Ya estábamos arriba, pasaban por encima, por debajo, ¡¡a nuestra altura!!
Era el momento, un primer plano de un buitre en vuelo es un buen trofeo fotográfico. Así que le vi venir, el corazón se aceleraba, la cámara con el 70-300 puesto pesaba una tonelada y temblaba más que un terremoto de grado máximo, reductor de movimiento, focal a 300 para que quedara cerquita, ¡enfocado! y una serie de ocho fotos de las que os enseño tres.
En la última, quizá molesto por tanta persecución entre las ruinas de la cumbre en la que estábamos, me miró de forma desafiante.